domingo, 23 de diciembre de 2012

D.G.

Hoy he vuelto a acordarme de ti. He vuelto a recordar tu sonrisa, tus rarezas, tu guitarra, eternamente pegada a tu hombro, tus manos suaves que olían a padre, tus viejos vaqueros rotos y tu camiseta de rayas. Esa que siempre me dejabas ponerme.

Hoy he vuelto a recordar el arco en el que solíamos quedar, los bancos donde solíamos sentarnos y el sitio exacto en el que nos tumbábamos a escuchar el río y a mirar las nubes.

Tus palabras dulces, tus caricias inocentes, tu mirada de crío. La sabiduría que se escondía detrás de cada pequeño gesto, tu miedo, tus celos, tu risa, tu pelo.

Pero luego he despertado. Mi mente se ha adentrado en esa zona que suelo prohibirle, descubriendo allí todo cuanto hice por olvidar. Y entonces he seguido recordando.

Recordando tus maneras toscas, tus repentinos cambios de humor, tus mentiras, o tus falsas verdades, esa rebeldía contra todo y hacia nada, el deseo de ir siempre a contracorriente, tu afán por meterte en líos, esas tardes que estuve esperando en nuestro arco durante horas, mirando a todos lados, deseando fervientemente ver esos vaqueros, esa sonrisa, esa guitarra al hombro...sin resultado alguno, por supuesto.

Y sí, quizás te eche de menos. Y sí, quizás incluso te necesite. Y sí, me hiciste feliz.

Pero no sé si eso equilibra mi balanza, D.G.

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