Dolieron, duelen y dolerán tanto las tormentas que las espinas no son dignas. Las espinas han de ocultarse aunque te pinchen las entrañas.
Y la cobardía y la valentía son una misma porque ya no se conoce cómo ni qué. Se pierden en la incertidumbre y en las dudas y en los miedos y en las noches.
La balsa no puede hundirse.
La balsa no puede hundirse.
La balsa no puede hundirse.
O al menos no antes de lograr que el náufrago llegue a buen puerto.
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