lunes, 30 de diciembre de 2013

Oda a un Moco.

Nadie sabe cuánto has hecho por mi. Ni siquiera tú. Ni siquiera yo. Nadie sabe cuántas veces me has salvado (ni cuántas te quedan...).

Has sido mi "buenos días" y mi "buenas noches" cuando más lo necesitaba, llenando un hueco que no te correspondía llenar, cuando la soledad se me acumulaba y me carcomía aún más de lo que lo hace ahora.

Por preocuparte y reñirme cuando cometo imprudencias. Por frenar tantas veces mi instinto autodestructivo. Por poder decirte "estoy jodida", sabiendo que me crees, teniendo la confianza suficiente como para confesarte algo que ya hace mucho que sabes. Que siempre estuve jodida.

Porque las penas son menos penas con un pueblucho que patearse y un oso blanco al que pasear. Por estar ahí cuando yo misma echo a todo el mundo de mi alrededor. Por conseguir que la persona más llorona sobre la faz de la Tierra hable contigo sin derramar una lágrima... Por tu paciencia, por tu calma. Por saber cuándo callar, cuándo decir, qué decir, y lograr que nunca coincida con lo que quiero oír. Porque si soy pesimismo y aún no me he destruido es porque eres el optimismo del que carezco.

Por llamarme rara y hacer que suene como un cumplido. Por las promesas prohibidas. Por las confesiones ebrias.

Por ser mi mejor amigo.

Te quiero, Moco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario