sábado, 7 de noviembre de 2015

"No te vayas."

Es la primera vez que me pides que me quede. Tú, avaro de tristezas, de los ojos secos y los pasos firmes. La primera vez que titubeas y se te pierden las palabras y el consuelo no llega, y me buscas en kilómetros de más, y encuentras caricias de menos.

Me he hecho pedazos tantas veces que has tenido que ser un arquitecto de arena. E increiblemente lo hiciste, luz. Me llenaste de ti y hoy mis sombras, aunque intensas, han perdido territorio. Y hoy me toca a mi ser albañil, asi que trataré de arreglar tus fisuras con lo que sea, aunque mis ruinas no sean dignas de mancillar tu palacio. Que mis pedacitos son tan pequeños que aún llevo algunos en los bolsillos, como ese niño al que se le ha caído su primer diente y tiene miedo de entregarlo por si no le llega su premio. Y mis pedacitos son tuyos, si los quieres. Igual cementan bien. Porque ya estoy en ti, niño, del mismo modo en el que estás en mi en cada gesto, en cada risa. Por qué será que siempre que me describo acabo hablando de ti.

La balanza se vuelca hoy en mi favor y debo estar a su altura. Y pondré mi carne en tu asador y mis manos sobre tus huecos, y mis ojos en los tuyos hasta que vuelvas a tener toda la vida en ellos.

Pon tu cabeza en mi regazo y descansa, niño, que esta guerra la lucho yo.