miércoles, 5 de noviembre de 2014

Quizás debería correr.

Llevo luchando tanto tiempo contra lo que de hecho esta ahí que se me han secado los tulipanes a base de regarlos. Así que he decidido arrancarlos y cultivar margaritas. Pero no pienso arrancarles pétalos por ti, hace poco leí que las plantas sienten más de lo que pensamos. Y yo ya he causado bastante daño. No sé si hay que regar las margaritas, pero para terreno yermo lo prefiero plagado de flores muertas.

Las palabras están inundando las paredes y a mi se me escapa el humo entre los labios sin nadie que lo recoja con los suyos. Y se me desviste el alma cada noche, y se me recompone cada mañana sólo por unas horas, las justas, las necesarias. Y luego vuelve a caer la noche más pronto que tarde y mis pupilas vuelven a dilatarse. Para buscar la luz. O porque ya la han encontrado en sitios poco recomendados.

Háblame de confianza, de abrazos rotos y de palabras vacías, e intenta contarme algo que no sepa. Dime qué pasa después de que dos cuerpos desnudos por dentro y por fuera se fumen un cigarro con la ventana abierta a menos cinco grados en el exterior. Y el frío les erice la piel. Y el calor la funda por dentro. Dime cuántos centímetros hacen falta para congelar la distancia de seguridad.

Cuéntame ese cuento que tanto me gusta, el de antes de dormir, el que me causa esas pesadillas de las que eres protagonista. Me he vuelto puta adicta a las noches de insomnio, al temblor, al miedo, a la oscuridad. Oscuridad contigo, qué mas da.

No sé si me puede el vértigo o ya me he lanzado al vacío. No sé si estoy más viva que nunca o es que ya me he muerto. No sé cuáles son mis circunstancias, desconozco mis decisiones. Mi voto ha quedado vetado en mi propia vida. Se me han acabado las páginas del libro y aún no se si volver a abrirlo o enterrarlo.

Cuando me decida, te aviso.