miércoles, 27 de febrero de 2013

Hoy, pienso.

La realidad de un ser humano surge cuando éste es sometido a presión. Su verdadera naturaleza.

Convivimos con noticias sobre suicidios de gente que se ve desprovista de hogar desde los cómodos sofás de nuestras cómodas casas. Sobre el hambre que algunos pasan, mientras comemos a mesa llena. Sobre las dificultades desde la confortabilidad. "Somos nada, no podemos hacer nada al respecto", y nos consolamos a nosotros mismos, y seguimos viendo las mismas noticias, las mismas desgracias, las mismas desdichas, día tras día tras día tras día.

Somos nada, y nosotros nos lo hemos buscado. Porque es mucho más fácil permanecer en casa que salir a luchar. Es mucho más fácil lamentarse por un mal que intentar darle solución. Porque es más fácil ser una oveja que sigue al rebaño. Porque la oveja que se descarrila luego es castigada. Y así, vivimos en una falsa "empatía".

Pero, por suerte, existen las ovejas descarriladas. Existen los que luchan. Y son castigados a menudo, pero siguen luchando. Y en ellos reside el porvenir, no en las que siguen al rebaño. Y así, existen hospitales que atienden a sin papeles, y existen restaurantes que dan de comer a indigentes sin recibir nada a cambio. Y gente que acoge en sus casas a desahuciados. Y ellos pierden dinero, claro que pierden, pero es mucho más lo que ganan, aunque muy pocos se den cuenta.

Es triste pensar que quienes están a cargo del pueblo no se preocupan por el bien de éste. Que el único bien que le preocupa es el de sus bolsillos. Y así, se cumple la teoría de la evolución, y sobreviven los más fuertes, o en este caso, los que más poder tienen. Y como dinero es poder, sobreviven los más forrados. Es más triste aún que esta ambición humana pueda con la moral, pueda con la humanidad, pueda con el sentimiento común de pueblo. Es triste saber que se montan en sus limusinas sabiendo que la gente se suicida por su culpa, y que eso no le eriza el pelo. Que muchos niños van a clase sin desayunar, y eso no les revuelve las tripas.

Y aquí es donde llegas a la encrucijada. De qué lado situarse. Del lado del pastor malvado y tirano, sin sentimientos, vacío, y equivocado en todo cuanto piensa. O del lado de la oveja descarriada, que sin duda alguna será castigada por su osadía. Es decir, ¿es el ser humano bueno, o malo por naturaleza? ¿De verdad nos importa un mínimo lo que afecte al prójimo si sabemos que nunca nos afectará a nosotros? Es muy sencillo vivir desde lo alto. Es muy sencillo mirar por encima del hombro. Y está visto que no habrá ningún pastor descarriado, que todos están cortados por el mismo patrón. Es decir, que estamos condenados a seguir las mismas rutas equivocadas, a seguir formando parte del redil. A no ser que te desvíes, en cuyo caso, por supuesto, serás castigado. Y eso de sufrir por los demás...no. A nosotros no. Que lo hagan otros.

En este punto, mi cerebro implosiona y decido dejar de pensar. Y como yo, lo hace la mayoría de la gente. Dejamos de pensar. Porque no nos conviene pensar.

...Y así nos va.

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